El 21 de marzo de 1943, hace exactamente 80 años, Rudolf-Christoph von Gersdorff, un oficial del Ejército alemán, dispuesto a morir para liberar a su país de la sombra del nazismo, trató de asesinar a Adolf Hitler. Entre 1943 y 1944, hubo al menos cinco intentos de asesinato en su contra. Este fue el segundo. Aunque su plan fracasó —al igual que los otros— su plan es testimonio de la oposición al nazismo dentro de las líneas militares alemanas, y de la valentía de aquellos que trataron de cambiar el futuro de Alemania.
Gersdorff comenzó su carrera militar en Alemania en 1925, en el 7º Regimiento de Caballería y llegó a ser ayudante de regimiento en Breslau en 1933. En 1938, fue transferido a la Academia de Guerra en Berlín, y formó parte de la ocupación de Sudetenland (zonas de Checoslovaquia que Alemania quería anexar). Posteriormente, en 1939, su unidad fue desplegada durante la invasión de Polonia y actuó como oficial de estado mayor en la ofensiva contra Francia.
Desde 1941, se convirtió en oficial de contrainteligencia del Heeresgruppe Mitte (Grupo de Ejércitos Centro), donde se integró a un grupo de conspiradores que estaban informados sobre los crímenes de guerra en contra de los prisioneros de guerra soviéticos y del asesinato en masa de personas judías por el Einsatzgruppe B (uno de los escuadrones paramilitares de la muerte en la Alemania nazi).
Entre los conspiradores se encontraba Henning von Tresckow, una figura clave de la resistencia del ejército alemán, quien fue reclutado por Friedrich Olbricht, jefe de la oficina, también involucrado en los planes de derrocar a Hitler y de organizar un golpe de Estado, definiendo una estructura clara de cómo se vería el Gobierno después de su muerte.
Originalmente, el plan para asesinar a Hitler iba a ser llevado a cabo por Tresckow bajo la dirección de Olbricht desde Berlín. El 13 de marzo, el dictador visitaría a soldados en el Frente Oriental en Smolensk. Ahí, un grupo de oficiales le dispararían al mismo tiempo después de una señal. Sin embargo, Günther von Kluge, un comandante del Centro le pidió a Tresckow cancelar el plan, señalando que era demasiado pronto y que, al no estar presente Heinrich Himmler (figura clave de la SS, y uno de los hombres más cercanos a Hitler que también buscaban asesinar), existía el riesgo de iniciar una guerra civil entre la SS y el Ejército Alemán.
Al haber fallado, Tresckow intentó otro asesinato colocando una bomba en un avión en el que viajaría Hitler. Sin embargo, esta no fue detonada.
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El plan del 21 de marzo
Después del plan fallido de Tresckow, Gersdoff señaló que estaba dispuesto a dar su vida por Alemania en otro intento de asesinato. El 21 de marzo de 1943, Hitler hizo una visita a la Zeughaus de Berlín, una vieja armería donde se guardaban armas soviéticas. Esta visita formaba parte del Heldengedenktag, una fiesta pública en la que se conmemoraba a los caídos en enfrentamientos militares. Al ser tan importante, se esperaba que el dictador pasara bastante tiempo en el lugar, siendo ideal para llevar a cabo otro plan.
Gersdorff era el guía de la visita de Hitler a la Zeughaus. Previamente, el oficial había obtenido explosivos, los cuales colocó en los bolsillos de su abrigo, y los activó para una detonación en 10 minutos. Su plan era arrojarse sobre Hitler en un abrazo que resultaría en una explosión que los mataría a ambos, y posiblemente a otros de los asistentes, entre los que estaban Heinrich Himmer, Hermann Göring, Wilhelm Keitel y Karl Dönitz, todos cercanos a Hitler.
Sin embargo, el líder nazi pasó rápido por el museo, en menos de 10 minutos, lo que impidió que se pudiera realizar el ataque. Gersdorff se quedó con las bombas, y las logró desactivar de último momento. Posteriormente, fue enviado al Frente Oriental para evitar sospechas.
Gersdorff también obtuvo explosivos que después serían usados por otro conspirador, Claus Schenk Graf von Sauffenberg, para otro intento de asesinato.
El oficial fue uno de los pocos conspiradores que sobrevivió la guerra. Otros fueron presos y torturados. Gracias a su silencio, Gersdorff evitó ser arrestado y ejecutado.
Después de la guerra
Al terminar la guerra, Gersdoff participó en la División Histórica del Ejército de Estados Unidos, donde generales alemanes escribieron estudios operacionales de la Segunda Guerra Mundial.
Siendo considerado un traidor por algunos oficiales, fue rechazado de la Bundeswehr, las fuerzas armadas de Alemania Occidental, lo que impidió que pudiera continuar con su carrera militar.
Dedicó su vida a la beneficencia en la Orden de St. John, una rama de una orden militar católica, fundando una organización humanitaria que hasta 2017 tenía 37.000 voluntarios activos y más de 1,3 millones de miembros registrados.
Aunque la visión sobre Gersdorff ha sido positiva debido a su involucramiento en la oposición a Hitler, en años recientes su imagen ha sido revaluada. El historiador Joannes Huerter, del Instituto de Historia Contemporánea de Múnich, resalta que al inicio muchos de los conspiradores estaban informados de los primeros asesinatos en masa, colaborando en ellos, ya que esos crímenes parecerían menos horribles si se sopesaban con la oportunidad de vencer a la Unión Soviética. Una vez que notaron que el riesgo militar no valió la pena y que los asesinatos se convirtieron en genocidio, reconsideraron su postura.
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